Diederik Anton Remer Wingber

Un hombre es siempre un hombre, a menos que el destino no decida ese futuro para él.

Nació cuando luna llena iluminaba los prados y el fuego consumía la aldea en la que vivía, una batalla tras otras se desataban en aquellos tiempos, pero no eran esas batallas de pistolas y cañones, esta eran de bestias feroces, que intentaban darse su lugar en la tierra. La madre decidió escapar, era descendiente en línea directa del primer gran hombre lobo.

Su crianza fue normal, en un pequeño pueblo alejado de todo y de todos, las personas allí eran escasas y la única compañía que él tenía era su madre. Desde entonces sentía que un gran secreto ella escondía. Los años pasaron tranquilos, normales, aburridos... estudio dentro de lo que se podía en aquel entonces, viejos libros, sólo lectura y un poco de aritmética.

Los aullidos se escuchaban desde hace días, cada vez más cerca, cada vez más fuertes. Su cuerpo de hombre ya no era igual al de un par de meses atrás. 20 años no pasan en vano, y eran esos veinte años de transformación interna, los herederos son marcados... y su collar era la evidencia.

Un hombre desconocido llegó hasta su puerta, fuerte, no parecía de más de 30 años, su madre salió al encuentro, gritos, chillidos, malestar, una vieja contra un joven ¿Quién ha de ganar? Al pasar unos minutos, no aguantó, fue a defender a su progenitora. Todo dio un giro abrupto, miradas que decían más de mil palabras, llantos ahogados, ojos brillando extasiados. No comprendía nada, hasta que sus hombros fueron rodeados contra unos brazos gruesos llenos de poder, fue cuando entendió todo. El no era sólo un hombre... el era un hombre lobo.

Su madre fue llevada con la antigua tribu, y el se unió a la manada de herederos, 5 herederos, cada uno más poderoso que el otro, aun así se sentía incompleto. La idea de ser dominado por el más antiguo por su padre Alfred Remer y sometido por sus collares no le cabía en la cabeza... el ultimo eslabón de la cadena puede ser fuerte cuando se lo propone. Y así fue, después de 60 años, no permitió más. La terquedad lo ayudó, y la arrogancia lo fortaleció, cuando todos dormían, y las nubes cubrían el firmamento arrancó... corrió y corrió y nunca con ellos regresó.

Los años pasaban, vivió en todos lados, conoció lo que antes no pudo, mató, destrozó, se carcajeó. Era feliz, era un tornado. Leía cuando quería, comía cuando lo deseba, descansa cuando su cuerpo se lo pedía... pero, ¿Para qué quieres muchos años si no tienes con quien compartirlos?

¿200 años? tal vez más, sus piernas marcaron un camino nunca antes recorrido, la nieve ya cubría todo, blanco, los días cada vez eran más cortos y en la oscuridad la observó, sus ojos, su destreza, su cuerpo tallado por los espíritus, su mirada, su andar... ¿Quién era ella?, se respondió a si mismo después de un par de meses investigándola, ella era la compañía que el necesitaba, una hermana, una hija...¿un amor?. No pidió su permiso, como tampoco le importaba si ella lo quería o no, la tomó por la fuerza cuando el sol comenzaba a iluminar, la llevo consigo, prefirió no mirar sus ojos, hasta que sus afilados dientes lobunos rompieron esa tersa piel.

Eva lleno los huecos faltantes de su vida, su compañía era un privilegio, la quería, era su eje, pero las aves tienden a dejar el nido, o los padres se comportan de manera hosca y espantan a las aves... no supo como fue, ni como el dolor lo volvió a asechar, nunca hubo besos, nunca hubo caricias, pero aquel sentimiento estaba allí, golpeando ese viejo corazón.

La busco por un par de años, pero se cansó... siguió vagando por esas tierras congeladas, saciaba sus deseos en lo que encontrara, pero siempre estaba ella en sus recuerdos, las mujeres terminaban muertas en sus brazos. ¿Qué irónico no?

Vive entre las personas por un tiempo hasta que se aburre de su estupidez y las otras especies no le importan. Ahora sólo vive por vivir, camina por caminar... y simplemente existe. No busca nada, no pretende nada, desprecia y odia a quienes se les cruzan. El viento lo guía. ¿Dónde se detendrá ahora?